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Edadismo

Cómo el edadismo moldea nuestras vidas sin que lo notemos

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En la era de la diversidad y la inclusión, hay una forma de discriminación que sigue pasando desapercibida en los discursos masivos: el edadismo.

Se trata de una actitud, práctica o sistema de creencias que clasifica, margina o excluye a las personas según su edad.

Aunque el término aún es poco conocido por muchos, sus efectos se sienten en múltiples ámbitos de la vida cotidiana, desde el acceso al empleo hasta la atención médica, pasando por el entretenimiento, la moda y las políticas públicas.

Hablar de qué es el edadismo no solo implica identificar prejuicios, sino también reconocer que vivimos en sociedades profundamente condicionadas por estereotipos relacionados con la edad.

Ya sea hacia los más jóvenes o hacia los mayores, este fenómeno influye en cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás, condicionando oportunidades, autoestima y derechos.

Índice
  1. El origen del término y su reconocimiento internacional
  2. Manifestaciones del edadismo: desde lo sutil hasta lo institucional
  3. Edadismo en el ámbito laboral: una barrera silenciosa
  4. La discriminación por edad en los servicios de salud
  5. Cómo se manifiesta el edadismo en la cultura y el entretenimiento
  6. La relación entre edadismo y salud mental
  7. El impacto del edadismo en las políticas públicas
  8. Educar para desarmar prejuicios: el rol de la conciencia social
  9. Experiencias que desafían el paradigma
  10. El lenguaje como herramienta para combatir el edadismo
  11. Avances internacionales en la lucha contra el edadismo

El origen del término y su reconocimiento internacional

El concepto fue acuñado por el gerontólogo estadounidense Robert Butler en 1969, quien lo definió como “una combinación de prejuicios contra las personas mayores, discriminación por motivos de edad y prácticas institucionales que refuerzan esos prejuicios”.

Desde entonces, organismos como la Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas han reconocido el edadismo como una barrera estructural al bienestar y la equidad social.

Aunque el término nació para describir la discriminación hacia personas mayores, hoy se reconoce que el edadismo afecta a todas las edades.

Desde adolescentes que no son tomados en serio en espacios laborales hasta personas mayores excluidas de decisiones médicas, la edad se convierte en un criterio arbitrario para definir el valor de una persona.

Edadismo

Manifestaciones del edadismo: desde lo sutil hasta lo institucional

No siempre se presenta de forma evidente.

A veces es una broma, una publicidad, una expresión del lenguaje cotidiano.

Otras veces es una política pública que limita el acceso a oportunidades según la edad, sin justificación objetiva.

En muchos casos, se normaliza hasta tal punto que ni siquiera se percibe como un acto de discriminación.

Por ejemplo, cuando se duda de la capacidad de un adulto mayor para aprender tecnología, se está ejerciendo edadismo.

También ocurre cuando se le niega a un joven la posibilidad de liderar un proyecto solo por su corta edad.

La cultura popular, los medios de comunicación y las redes sociales son reproductores habituales de estas prácticas, donde los estereotipos son reforzados constantemente.

Edadismo en el ámbito laboral: una barrera silenciosa

Uno de los espacios donde más se manifiesta esta forma de discriminación es en el trabajo.

Las personas mayores de 50 años, a pesar de su experiencia, enfrentan obstáculos crecientes para mantenerse activas laboralmente.

En muchos países, los procesos de selección favorecen a perfiles más jóvenes, bajo la suposición de que son más “adaptables”, “dinámicos” o “productivos”.

Al mismo tiempo, los jóvenes que buscan su primer empleo se enfrentan al dilema de la “falta de experiencia”, aunque hayan completado su formación.

Esta contradicción revela que el edadismo puede actuar en ambas direcciones, creando una brecha generacional injusta e innecesaria en el acceso al empleo digno.

La discriminación por edad en los servicios de salud

Otro ámbito donde se expresa con crudeza es el sistema de salud.

Existen múltiples evidencias de que los adultos mayores reciben tratamientos menos agresivos o tardíos, simplemente por su edad.

A menudo, los síntomas que presentan se minimizan o se atribuyen al “proceso natural del envejecimiento”, sin realizar diagnósticos adecuados.

Esto también se refleja en la investigación médica, donde muchos estudios clínicos excluyen a personas mayores, lo que limita el desarrollo de tratamientos específicos y eficaces para esa franja etaria.

Esta omisión sistemática perpetúa la idea de que la vida, a cierta edad, tiene menos valor médico y social.

Cómo se manifiesta el edadismo en la cultura y el entretenimiento

La industria cultural reproduce estereotipos que consolidan esta forma de discriminación.

En las series, películas o publicidades, los adultos mayores son representados como frágiles, desactualizados o caricaturescos, mientras que la juventud es exaltada como sinónimo de belleza, eficiencia y deseo.

Esto no solo empobrece la narrativa cultural, sino que también condiciona la autopercepción de quienes consumen estos contenidos.

Muchas personas comienzan a ocultar su edad, teñirse el cabello, operarse o dejar de compartir ciertos logros por miedo a parecer “fuera de lugar”. El edadismo, en este sentido, también es un generador de silencios.

La relación entre edadismo y salud mental

La presión social para “mantenerse joven” tiene efectos emocionales profundos.

Muchas personas mayores experimentan sentimientos de inutilidad, invisibilidad o pérdida de identidad, especialmente cuando se retiran del trabajo o pierden vínculos afectivos.

La falta de representación positiva en medios y el aislamiento social agravan este malestar.

Asimismo, los jóvenes pueden sentirse invalidados o presionados por alcanzar logros en tiempos acelerados, generando ansiedad, frustración o síndrome del impostor.

En ambos extremos, el edadismo construye un relato de insuficiencia constante, donde nadie parece estar “en la edad correcta” para vivir con plenitud.

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El impacto del edadismo en las políticas públicas

La edad es un criterio comúnmente utilizado para diseñar programas sociales, pero no siempre de forma justa.

Por ejemplo, muchas iniciativas de subsidios, becas o beneficios excluyen a grupos intermedios sin analizar contextos específicos.

Esto da lugar a políticas que perpetúan desigualdades estructurales, en lugar de corregirlas.

También ocurre que ciertos grupos etarios quedan fuera del debate público, sin representación política ni canales para incidir en las decisiones que los afectan.

La vejez, por ejemplo, sigue estando subrepresentada en cargos de poder, mientras que los jóvenes son percibidos como “inexpertos” para participar en decisiones de alto nivel.

Educar para desarmar prejuicios: el rol de la conciencia social

Una de las estrategias más efectivas para erradicar el edadismo es la educación.

Incluir contenidos que promuevan el respeto intergeneracional, la empatía y la valorización de todas las etapas de la vida desde la infancia es clave para prevenir la reproducción de estereotipos.

La formación de profesionales de la salud, la comunicación, la docencia y el derecho también debe incluir perspectivas sobre discriminación por edad.

El cambio cultural comienza cuando se identifica el sesgo, se cuestiona y se reemplaza por prácticas inclusivas y respetuosas.

Experiencias que desafían el paradigma

A pesar de las barreras, existen ejemplos inspiradores de personas que desafiaron el prejuicio y lograron marcar la diferencia.

Mujeres que iniciaron carreras universitarias a los 70, jóvenes que lideran equipos de investigación o adultos mayores que se convirtieron en influencers digitales con millones de seguidores.

Estas historias rompen con la narrativa única del éxito vinculado a la edad y reivindican el derecho a reinventarse en cualquier momento de la vida.

En muchos casos, estas experiencias individuales se convierten en catalizadores de cambio social, al demostrar que la edad no define la capacidad ni el valor de una persona.

La visibilidad de estas trayectorias es fundamental para ampliar los márgenes del imaginario colectivo.

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El lenguaje como herramienta para combatir el edadismo

El modo en que hablamos refleja y moldea la forma en que pensamos.

Por eso, revisar las expresiones cotidianas es un paso esencial para identificar actitudes edadistas.

Frases como “parece más joven”, “ya está grande para eso” o “es muy chico para opinar” pueden parecer inofensivas, pero refuerzan estereotipos que limitan el potencial humano por criterios cronológicos.

Promover un lenguaje inclusivo y respetuoso en relación con la edad es parte de un cambio más amplio hacia sociedades más justas.

No se trata de evitar la palabra vejez o juventud, sino de usarlas sin carga peyorativa ni paternalismo.

Avances internacionales en la lucha contra el edadismo

Organismos como la OMS han desarrollado marcos estratégicos para enfrentar el edadismo a nivel global.

En 2021 se lanzó la campaña Decenio del Envejecimiento Saludable, que incluye el combate a los prejuicios por edad como uno de sus pilares.

También se han impulsado estudios comparativos para medir su impacto en distintas regiones del mundo.

Varios países han comenzado a incluir el edadismo en sus legislaciones antidiscriminatorias, aunque el camino aún es largo.

El desafío principal es que, al ser una forma de discriminación “invisible”, cuesta más que otras ser reconocida, denunciada y sancionada.

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Luis Miguel Castro

Escribo sobre salud y bienestar con un enfoque práctico. Basándome en mi experiencia, comparto consejos para ayudarte a vivir mejor.

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